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Niño invitado #46: Besapiés




Esta imagen la tomé a finales de diciembre de 2016 en mi parroquia San Carlos y Basílica de María Auxiliadora, en Buenos Aires.
Allí, ante el altar principal, apareció en un catrecito este Niño precioso luego del día de Navidad... Ese mismo día, al finalizar la misa, esta misma imagen y otra similar del Niño protagonizaron el besapiés, un gesto por el que se invita a los fieles a saludar con un beso a Jesús recién nacido... ¡Y yo le besé el piecito derecho!
La tradición de besar los pies o las manos en señal de profundo respeto y sumisión proviene de pueblos de la antigüedad, donde con este gesto se debía saludar al emperador.
Luego pasó con el correr de la historia a otros ámbitos, incluida la Iglesia, y finalmente se extendió a ciertas imágenes religiosas que, en un acto de piedad, son besadas por los fieles.
A mi este gesto del besapiés al Niño Jesús me recuerda a la escena en la casa de Simón, el fariseo, que relata san Lucas en su Evangelio.
Jesús es invitado a cenar en la casa de Simón y, cuando está ya a la mesa, una mujer se presenta, se pone por detrás de Él y se echa a sus pies.
Los pies de Jesús seguramente estarían cansados y polvorientos del camino... El Señor había entrado en aquella casa pero su anfitrión no le había ofrecido lavar sus pies como se solía hacer cuando llegaba un invitado importante."Entré en tu casa y tú no derramaste agua sobre mis pies" (Lucas 7,44).
Simón tampoco besó a Jesús al entrar a su casa. "Tú no me besaste".
Pero llega esta mujer y, sin decir palabra, sin ni siquiera colocarse ante Jesús, sino por detrás de Él, comienza a llorar, le baña los pies con sus lágrimas, los seca con sus cabellos, los unge con perfume... y los cubre de besos.
No sabemos el nombre de esta mujer ni cómo es que logró colarse en esa cena donde, por lo que relata Lucas, no era bienvenida por Simón.
El fariseo la llama "la pecadora"... Y Jesús, "la que ha demostrado mucho amor".
No sabemos cuándo ni cómo el corazón de esta mujer fue impactado por Jesús... pero es evidente que eso había sucedido ya porque dice Lucas que, apenas se enteró de que Jesús estaba en esa cena, se dirigió hasta allí.
El corazón de esta mujer estaría lleno de gratitud, de estremecimiento ante la misericordia de Jesús... de saberse perdonada de sus muchos pecados y muy amada por Dios en ese perdón.
Y cuando estos sentimientos desbordan el corazón surge la necesidad de demostrar de algún modo gratitud y amor a Dios.
Y esa necesidad es tal que esta mujer se presenta allí superando sus miedos a ser observada, criticada, enjuiciada y hasta echada.
Solo tiene en el corazón la certeza de que el Dios que tanto le ha perdonado tanto amor le tiene que no rechazara su humilde gesto de besarle los pies.
Es impresionante que Jesús se deja besar los pies... un buen rato... porque en un momento le hace notar a Simón que la mujer, desde que Él entró en la casa, no paró de besar sus pies. Así que Jesús estuvo cenando y conversando y nunca se sintió molestado por la demostración de esta mujer. Comprendió su necesidad de hacer este gesto, la dejó y hasta la defendió.
Y todo esto lo hizo esta mujer sin decir una palabra. Su corazón habló con besos a los pies de Jesús.
Pienso que el Señor, que tanto nos perdona, comprende esa pobreza que a veces experimentamos en el corazón de no saber cómo agradecerle tanto amor misericordioso, cuando todo lo que podamos hacer nos parece tan poco al lado de tanto amor. Pero Él valora y acepta nuestros pequeños gestos, se deja besar los pies...
Él, que nos ve de un modo tan diferente a cómo nosotros nos vemos, dice que es "demostrar mucho amor" hacer un simple acto de piedad como besarle los pies... Claro, Él ve en los corazones y sabe cuando un gesto así es verdadero...
Él no solo se deja besar sino que nos anima a hacerlo, a liberarnos del juicio ajeno, de la mirada de los demás, de avergonzarnos, para ser capaces de demostrarle amor.
Besar el piecito del Niño, los pies clavados de Cristo en el crucifijo... Besarlo con el beso silencioso de la oración, con una mirada amorosa al Santísimo.
Besarlo con las lagrimas de nuestro arrepentimiento cuando nos abraza en la Reconciliación y con el amén de la Eucaristía cuando viene a cenar a nuestra casa.
Besarle los pies llagados en las llagas de cuantos padecen y son para nosotros otro Cristo que están esperando que les demostremos mucho amor. Porque mucho se nos ha perdonado...



"Conózcate, oh Cristo, en esta hora
de tu perdón; mi beso apasionado,
de ardientes labios en tu pie clavado,
sea flecha de amor y paz de aurora".

Himno de la Liturgia de las Horas





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