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Pesebre invitado #38: Mirando a Belén




Este pequeño cuadro apareció un día de principios de mayo de 2016 en el acceso al bautisterio de mi parroquia, la Basílica de María Auxiliadora, de Buenos Aires.
La imagen muestra a María, con el Niño en brazos, y a José, y por debajo un caserío: es Belén.
María y José observan desde arriba la pequeña ciudad. Pero su mirada no es altiva.
Fueron hasta allí para cumplir con un decreto imperial de censarse. Como José pertenecía a la familia de David, tenían que inscribirse n Belén, la ciudad natal del célebre rey.
Pero estando ya allí le llegó a María la hora de dar a luz a Jesús. Y el alumbramiento fue en un pesebre porque, como lo señala el Evangelio de Lucas, "no había lugar para ellos en el albergue" de Belén.
No sabemos si fue porque el sitio estaba completo de huéspedes, o porque no tenían cómo pagar el hospedaje, o porque nadie les tendió una mano... lo cierto es que "no había lugar para ellos".
Pudieron haber alegado la condición de José de miembro del linaje del rey David... O María, sabiéndose Madre del Hijo de Dios, pudo haber lanzado un mar de protestas y reproches... Pero nada de esto... El Evangelio hace un silencio sobre la reacción de José y María al encontrarse con que "no había lugar para ellos"... silencio evangélico que es eco del silencio humilde de María y José.
Humildad que abre camino a la humildad del pesebre, humildad que Dios Padre quiso como primera cuna de su Hijo muy amado.
Imagino a María, con el pequeñísimo Jesús ya en sus brazos, y a José observando, a lo lejos, desde el pesebre de la voluntad de Dios, a la pequeña Belén donde no hubo lugar para ellos...
Mirada sin resentimiento, sin reproches, sin enojos...
Mirada que tal vez no lo comprende todo, pero lo acepta todo en la confianza ciega en los por qué que se esconden en los planes de Dios Padre.
Mirada con un dejo de tristeza: la pena no por el albergue que se les negó a ellos sino por la acogida que no le dieron al Dios hecho Hombre...
Mirada silenciosa, hecha oración, en la comunión con el Niño, por la conversión de nuestros corazones, para que en ellos Dios sí encuentre sitio para nacer...


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