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#184 El sueño del Niño Jesús



Este Niño, uno de los más preciosos que he visto, me lo regaló en diciembre de 2015 Eduardo Molinari, un hermano de la parroquia.
Contemplar esta figura da mucha serenidad: Jesús descansa plácidamente, nada parece turbarlo. Todo en su rostro habla de reposo.
En esta época de tanta agitación y ajetreo... ¡¿quién pudiera dormir así?!
Sin embargo, en este sueño de Jesús hay algo misterioso... tan misterioso como su condición de verdadero Dios y verdadero Hombre: ¿Cómo, siendo Dios, duerme? ¿Cómo, siendo Hombre, vela?
"Tu guardián no duerme, no duerme ni reposa", dice el salmista sobre Dios (Salmo 120, 3-4). Dios no nos saca los ojos de encima, ni para dormir. Nos cuida siempre.
¿Qué hace entonces Jesús durmiendo?
Meditando sobre el sueño de Jesús en el pesebre, san Alfonso María de Ligorio dice que el descanso del Niño fue muchas veces interrumpido por la dureza de aquella "camita excesivamente dura y molesta" y por el rigor del frío que reinaba en la gruta de Belén.
"De vez en cuando, sin embargo, la naturaleza sucumbía a la necesidad y el Niño querido adormecía. Pero el sueño de Jesús fue muy diferente del de los otros niños", asegura san Alfonso María de Ligorio.
Según explica el santo, cuando Jesús dormía, el cuerpo reposaba, pero su alma velaba. Velaba orando, ofreciendo, intercediendo por nosotros...
"Dormía, pues, el Santo Niño, pero mientras dormía, pensaba en todos los padecimientos que tendría que sufrir por nuestro amor, en el transcurso de toda su vida y en la hora de su muerte. Pensaba en los trabajos por los cuales había de pasar en Egipto y en Nazaret, llevando una vida extremamente pobre y despreciada. Pensaba particularmente en los azotes, en las espinas, en las injurias, en la agonía y en la muerte desolada que al final debía padecer sobre la Cruz. Todo eso Jesús ofrecía al Padre Eterno mientras estaba durmiendo, a fin de obtener para nosotros el perdón y la salvación. Así nuestro Salvador, durante el sueño, estaba mereciendo por nosotros, reconciliaba con nosotros a su Padre y nos alcanzaba gracias", explica.
Es así cómo, en su sueño, Jesús duerme y vela a la vez. Porque es verdaderamente Hombre y verdaderamente Dios.
Y este sueño de Jesús se convierte entonces para nosotros en fuente de confianza y escuela de abandono.
Si mi Dios no duerme ni reposa porque es mi guardián, entonces yo puedo descansar en Él.
Es admirable cómo Jesús, en la confianza, es nuestro Maestro desde la cuna de Belén: se entrega al sueño, aún en un ambiente no muy propicio para un niño recién nacido, porque se fía totalmente de su Padre.
Puedo cerrar los ojos, dar reposo a mi mente y a mi cuerpo. Sosegar el corazón. Dios está conmigo, siempre despierto, como una madre que vigila el sueño de su hijo recién nacido. Incluso el Espíritu ora en mí cuando duermo...
No es solo la seguridad de saber Quién nos cuida. Es además el amor que nos da Dios en ese cuidado, la caricia, el mimo, el arrullo, la calidez de su cercanía... 


"Pues os venero, mi dueño,
con la muerte y cruz dormidos,
socorred todo afligido, 
dulce Jesús del Buen Sueño. 
Descansando, tierno Niño, 
os advierte mi cuidado, 
admirando en vuestro agrado 
todo el primor del aliño, 
y el más perfecto cariño 
en vuestro rostro risueño, 
socorred todo afligido. 
Sobre una cruz reclinado, 
dulcemente estáis dormido, 
mostrándonos advertido 
este sosiego sagrado 
que el error más obstinado 
os dio por descanso un leño; 
socorred todo afligido. 
La muerte como rendida, 
Niño, os sirve de almohada, 
y es justo que esté postrada 
cuando fue por Vos vencida. 
Vuestra imagen perseguida, 
compendio de la hermosura, 
toda respira ternura, 
si de cerca se examina. 
Un ascenso misterioso 
nos dio tan bello portento, 
por favor de asiento 
vuestro afecto generoso, 
al que devoto y piadoso 
os adorare por Dueño. 
Por que con fiel alegría 
os sirva nuestra fineza, 
dispuso vuestra grandeza 
estar cerca de María, 
cuya amante melodía 
promete amparos sin ceño. 
Com esmero prodigioso 
al que gime desvelado 
concede vuestro cuidado 
sueño, descanso y reposo, 
siendo amparo tan precioso 
de vuestra piedad empeño, 
socorred todo afligido. 
Pues os venero, mi dueño, 
con la muerte y cruz dormidos, 
socorred todo afligido, 
dulce Jesús del Buen Sueño". 

(Gozos al Niño Jesús del Buen Sueño)




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