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Pesebre invitado #28: Un pesebre "brocheriano"






A este pesebre lo descubrí en mayo de 2015, en uno de los laterales de la Catedral de la ciudad argentina de Córdoba.
Es bastante singular porque está en un nicho vertical, protegido con un vidrio y con unos postigones de madera antiguos... En el sitio no hay ninguna referencia a su origen. Las figuras parecen ser de barro. La escena del nacimiento está arriba, como emplazada en uno de los tantos cerros de las serranías cordobesas, y en el faldeo hay figuras de campesinos y animales. Los rasgos de las figuras parecen ser gauchescos...
Me recuerdan a la gente sencilla de las sierras, aquella por la que se deslomó, con verdadero celo apostólico, el padre José Gabriel del Rosario Brochero (1840-1914), beatificado el 14 de septiembre de 2013.
El cura Brochero, como popularmente le llaman en Argentina, desarrolló una inmensa labor misionera en una amplia zona de las serranías cordobesas, donde se desplazaba a caballo o en mula, hablando con la gente de campo, los gauchos, en su mismo lenguaje... para llevarlos a Dios.
Un verdadero pastor con olor a oveja, como diría el Papa Francisco.
Y puesta a imaginar cómo predicaría a estos hermanos en tiempos de Adviento y Navidad no concibo en su boca descripciones de un Belén extraño, sino una escena bien cercana y cotidiana para los paisanos de la zona, como la que refleja este pesebre de la Catedral de Córdoba.
Muy cerca de este templo se formó José Gabriel como sacerdote y sus primeros años de servicio pastoral los vivió en esta catedral y otras iglesias de la ciudad.
En 1869 al padre José Gabriel le confían el extenso curato de San Alberto, con sede en Villa del Tránsito -hoy la ciudad Cura Brochero-, una zona de altas cumbres, de "ovejas" desperdigadas, sin caminos, sin escuelas, sin capillas... Allí llevó el Evangelio a lomo de mula, hablando sencillo con la gente sencilla. Y se transformó en el "cura gaucho".
A todos se daba , con predilección por los pobres y los descarriados. Cuando le cuestionaban el que se acercara a ciertas personas, se justificaba: "La culpa la tiene Nuestro Señor, que él obró de la misma manera y paraba en la casa de los pecadores para atraerlos a su Reino”.
Llevaba a sus ovejas en mula hasta la ciudad de Córdoba para renovarlos con los Ejercicios ignacianos, hasta que pudo construir una Casa de Ejercicios espirituales en Villa del Tránsito. "¡Te jodiste, Diablo!", dicen que dijo cuando arrojó una piedra gigante en los cimentos para la casa.
Le corría por las venas el celo pastoral por el Reino y la misericordia de su Señor: "El sacerdote que no tiene lástima de los pecadores es medio sacerdote. La sotana que llevo no me hace sacerdote. Si no llevo en mi pecho el amor, ni a cristiano llego. Cuánto más pecadores, más rudos o más inciviles sean mis feligreses, con más dulzura y amabilidad los trataré en el confesionario, en el púlpito y en la vida familiar y social”.
Humilde, alegre... Hombre de oración. Armado siempre con un Rosario. Todo confianza en la Purísima, como llamaba a la Virgen, y en el Señor, que lo llevaba de su mano.
Cuenta Domingo Acevedo, en su libro "El cura Brochero, 50 años después de su obra en San Alberto", que, en 1877, apenas terminados los dos patios de la Casa de Ejercicios, pero faltando muchos detalles de la obra, como el revoque y los pisos, el padre José Gabriel concibió la idea de traer a Villa del Tránsito a las hermanas Esclavas del Corazón de Jesús para que atendieran la casa y animaran un colegio para niñas, aún no construido. El cura Brochero temía emprender este nuevo proyecto, pero un sueño que tuvo le decidió a hacerlo.
Soñó que el Niño Jesús, con aspecto de ángel, le decía que le ayudaría y que confiara en Él, y dándole un dedo el padre José Gabriel se tomó del Niño, que lo llevaba de la mano para hacerle ver que así le sostendría y le señaló dónde debía levantar la nueva obra.
¡Qué así también nos dejemos conducir nosotros!





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