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#153 Calabaza del peregrino


Este pesebre lo compré en noviembre de 2014 en el centro histórico de Lima, Perú.
Las figuras de la Sagrada Familia y de los animales en el pesebre han sido grabadas y pintadas en colores ocres y tierra sobre la superficie de una pequeña calabaza, vaciada, hecha para colgar.
Además de alimento, la calabaza ha sido utilizada como recipiente por muy diversas culturas desde la antigüedad.
Los peregrinos del camino de Santiago solían llevar una calabaza sujetada al bastón o asida a la cintura. Dentro llevaban agua, agua para saciar la sed del camino, agua símbolo de la búsqueda interior de todo peregrino.
Y es que un camino espiritual se emprende con sed, sed del Dios vivo: se sale con ansias de encontrar una fuente, la fuente del Agua Viva.
"Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío; mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo", clama el salmista (Salmo 42).
Esta sed nos impulsa a ponernos en marcha. Pero en el camino sentiremos mayor sed que la del punto de inicio.
Corremos la tentación de desviarnos para saciar nuestra sed en otros pozos que, sabemos, no son el manantial verdadero que andamos buscando.
Pero misteriosamente el Agua que procuramos incansablemente va con nosotros, vasijas de barro, cual calabaza asida a la cintura.. Muchas veces tenemos sed y no nos percatamos de cuán a la mano está el Agua...
Con la boca reseca, hacemos un alto en el camino. A unos metros, divisamos un pozo prometedor para nuestras ya debilitadas expectativas de dar con el manantial, pero no tenemos ni con qué probar suerte para sacar algo de agua.
Es entonces cuando alguien se nos acerca y nos dice inesperadamente: "Dame de beber".
Y pensamos medio sorprendidos: "No tiene cómo sacar agua del pozo y si me lo pide es porque debe tener sed... ¡¿Pero es que no se da cuenta de que más sediento estoy yo?!".
—Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, tú le pedirías a él, y él te daría agua viva.
—Señor, no tienes con qué sacar el agua y el pozo es profundo, ¿dónde vas a conseguir agua viva?
—El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; quien beba del agua que yo le daré no tendrá sed jamás, porque el agua que le daré se convertirá dentro de él en manantial que brota dando vida eterna.
—Señor, dame de esa agua...
Y entonces reemprendemos el camino. Quien nos ha pedido que le diéramos de beber nos señala el camino hacia el manantial... Nos acordamos entonces de que un día partimos, con sed, buscando la fuente del Dios vivo... Nos percatamos de que aquel que se sentó junto a nosotros al borde del pozo es alguien a quien vimos muchas veces en el camino, a unos pasos o a la par... ha sido nuestra compañía desde que salimos sin que lo notáramos... Ahora es nuestro compañero de senda. Y cada vez que ve que la sed amaga con renacer se apura a ofrecernos la "calabaza del peregrino" que también lleva consigo... ¡su Agua sabe distinta!
Y nos brota del corazón cantarle con gratitud: "Vas con nosotros, Señor, en el camino, animando la esperanza de tu pueblo peregrino, vas con nosotros, Señor, en el camino, con la luz de tu Palabra, con tu Pan y con tu Vino".

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